domingo, 31 de enero de 2010

Quiero ser siempre una niña.

La niña de los ojos azules se alimenta de sonrisas. Desayuna las de alegría y euforia, para coger energía y enfrentarse con fuerzas renovadas al nuevo día, y cena las sonrisas tiernas y enamoradas, porque aportan un adormecedor sentimiento de paz.

La niña de los ojos azules también guarda un secreto precioso. Cada noche, cuando sus padres se acuestan y toda la ciudad duerme, su amigo el unicornio Aris viene a despertarla. El dragón Euclo les espera al doblar la esquina, preparado para transportarles por el cielo a través de las densas nubes que saben a algodón de azúcar.

La estrella de Nunca Jamás brilla con su habitual fiereza, y Peter Pan les saluda cuando pasan junto a ella. Wendy ya no está con él: tuvo la desfachatez de marcharse y hacerse mayor. La niña de los ojos azules, enamorada en secreto del infante eterno, se alegra de la traición de Wendy y espera ocupar su lugar algún día: está preparada para luchar contra Garfio y volar con Campanilla, bailar junto a los indios y jugar durante horas con los niños perdidos.

Cuando Euclo aterriza frente a una casita de madera situada en un gigantesco prado verde escondido en mitad del bosque, la niña de los ojos azules corre a ponerse el vestido que le han preparado las tres hadas madrinas que allí habitan, Flora, Fauna y Primavera, para ir a la boda de Aurora (más conocida como Bella Durmiente) y el príncipe Felipe. Por el camino, se cruza con una estrambótica carroza con forma de calabaza que va en dirección contraria, porque dentro Cenicienta llora diciendo que ha perdido un zapato.

La niña de los ojos azules es feliz en esos parajes. Todos la conocen y la saludan cuando la ven, Blancanieves le ha regalado uno de sus lazos rojos para el pelo y los enanos le cantan canciones a coro con los ratoncitos de Cenicienta, pero es la voz de la hermosa princesa Rapunzel la que resalta por encima de todas.

La niña de los ojos azules llega a la boda un poco tarde, pero todos la aclaman y la aplauden. Peter Pan, que ya ha llegado también, le guiña un ojo desde el fondo del salón, cerca de donde se sienta, con su estresado conejo en el regazo, Alicia, la afortunada que estuvo en el País de las Maravillas.

El baile da comienzo, el vestido de Aurora cambia de color una y otra vez mientras las hadas pelean, y mientras tanto la niña de los ojos azules le siente caminar por las nubes en brazos de un azorado príncipe de Nunca Jamás.

Pero la noche acaba, como todas, y la niña de los ojos azules se despide de todos, apresurada. ¡Tiene que volver antes de que papá y mamá despierten! Promete regresar al día siguiente, y todos saben que lo hará. Euclo y Aris la esperan fuera del palacio, y juntos regresan a la gris ciudad de Londres con las primeras luces del amanecer. Ya en casa, la niña se hace un ovillo bajo las mantas y cierra los ojos para fingir estar dormida cuando mamá entre a despertarla.

Un rato más tarde, sentada en una silla de la cocina, la niña de los ojos azules jura que no crecerá nunca, porque sabe que Aris y Euclo dejarán de visitarla cuando se haga mayor. Y tampoco quiere traicionar a Peter, recuerda mientras mastica las sonrisas de su desayuno.

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Quiero ser una niña para siempre.

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En nombre de la inocencia infantil... cambio radical. Hoy tenía ganas de escribir algo completamente distinto ;)

Xidre.

sábado, 23 de enero de 2010

Deliciosa sangre.

Cae la noche, todavía no se ha inventado un antídoto contra su influjo, y me despierto. La oscuridad me acoge con lo más parecido a una caricia maternal que he conocido nunca, vacía de cariño, pero madre, al fin y al cabo.

La luz de tus ojos se enciende y se apaga cuando parpadeas. Caminas rápido, inseguro, temeroso. Esa sensación de estar siendo perseguido se adhiere inevitablemente a tu piel, a tu mente, y te hace jadear. La adrenalina producida por el miedo recorre, tóxica, por tus venas, provocando esa deliciosa aceleración de tu corazón bombeante.

Me relamo, imaginando el sabor del turbio líquido rojo que me da la vida y la muerte cada noche. Me invade una excitación impropia, sedienta de sangre, sádica, peligrosa, letal y oscuramente placentera. El fin se acerca, el telón se mantendrá tan solo unos minutos en ese equilibrio precario.

Tus pasos resuenan contra el asfalto, pero yo misma juraría que flotas sobre él. Siempre te gustaron las películas de miedo, pero no es lo mismo sentir como el terror atenaza la propia garganta. Mientras tanto, saboreo las mieles de la anticipación mientras te espero en el callejón. Te anhelo, te deseo, con una intensidad casi dolorosa.

Llega el momento, y me abalanzo sobre ti: lo ves todo negro. No sabes como reaccionar, te debates, débil, te retuerces. Ya nadie puede salvarte. Mis colmillos se clavan en tu cuello y gritas, pero nadie podrá oírte, porque con tu sangre me bebo cada uno de tus sonidos. Sólo resiste el latido de tu corazón, fuerte y acelerado, empujando la sangre fresca por tus venas hasta mi boca, agonizando, llorando en sus últimos instantes de vida.

Callas mientras ves el telón de tu escenario bajar con lentitud. Todo pierde su color y su brillo, y lo último que contemplas son mis ojos enrojecidos y el deseo febril que se dibuja en ellos. Absorbo tus últimas gotas de vida, oigo la cadencia de última expiración y te siento morir entre mis brazos. La muerte es mi vida, me alimenta cada vez que la oscuridad se adueña del cielo, así que no esperes que derrame una sola lágrima por ti.

Fuiste otra presa, nada más… Aunque prometo un gesto benevolente por mi parte: mañana enviaré a otro de los tuyos al mundo de los muertos, para que te haga compañía, a ti y a tantos otros.

Busco en tus bolsillos tu cartera, tu documento de identidad, para que no te reconozcan. Quizá es un poco cruel por mi parte, pero disfruto imaginando la frustración de la policía cuando encuentra esos cadáveres desangrados sin ningún motivo o arma letal aparente, destinados a quedarse sin identificar y convertirse en más Johns y Janes Doe de los que pueblan las fosas comunes. Es increíble lo poderosa que me siento al saber que soy capaz de causar tanto dolor y tantos quebraderos de cabeza. Y el poder sabe tan bien como la vida.

Camino con pasos lentos, con seguridad, poseedora de un secreto que jamás será revelado o compartido: el de la vida eterna. Poco queda de quien fuiste o creíste ser, y solo unas pequeñas gotas de tu sangre en la comisura de mis labios me recuerdan que exististe.

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Uuh, vuelvo a mis inicios oscuros... xD
A la mierda el amor y las ñoñeces de mis ultimos relatos, estoy harta de pasarlo mal.
Espero que no os disguste demasiado ;)

..Xidre..

jueves, 7 de enero de 2010

Hemos roto.

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Querido amigo:
Era todo tan sencillo, tan fácil y tan natural a tu lado, que en ese momento, con el calor de tus labios aún reciente en los míos, supe que no podía durar.
Nunca tuve la suerte suficiente para que nada bueno me ocurriese. Me equivoqué no una, mil veces. Nada tenía sentido, nada era fácil. Pronto, las sonrisas fingidas se convirtieron en mis mejores sonrisas, porque las verdaderas se declararon extinguidas.
No había nada bueno en mí. Débil, frágil, me había caído tantas veces que las fracturas eran ya irreparables, ¿y quién pide una muñeca rota por Navidad?
Te confundiste conmigo, Romeo, elegiste a la Julieta equivocada. Te enamoraste de una fachada, un aspecto de niña feliz irreal y falso, y te viste atrapado en una red de sentimientos doloridos y palabras muertas que te arrastró hacia el abismo.
Yo no soy una chica sencilla y alegre, como tú. Soy depresiva, gris, aburrida, sentimental, autocompasiva, arisca, impaciente, triste, amarga, sin gracia, inútil, torpe, monótona, innecesaria… Yo sólo puedo ofrecerte un mundo sin color y con tendencias autodestructivas, no tengo nada adecuado para ti.
Pero no te das cuenta, ¿por qué? Y yo no tengo la fuerza suficiente para abrirte los ojos, no por temor a que me dejes, sino porque me es muy difícil luchar contra mí misma, contra mi egoísmo. Porque yo te quiero aquí, eso ya lo sabes. Eres como un bálsamo para mis heridas, haces que mi corazón deje de sangrar. Pero, aunque ya palpita, no cicatriza. Está roto, para siempre, ¿por qué no lo ves? No vas a conseguir cambiarme, desiste, es inútil. Vete, date por vencido como hicieron tantos otros.
Ay, Romeo, te equivocaste de Julieta. Yo no puedo hacerte feliz, no valgo para eso. Por ello, y porque mi infelicidad es tan grande como contagiosa, supe que lo nuestro no podía durar.
Y es una lástima, porque me gusta estar contigo, pero sabes que soy una bomba de relojería a punto de estallar, y mi onda expansiva nos despedazará a ambos si te quedas aquí. Es mi destino, no el tuyo, y no quiero arrastrarte conmigo.
Márchate, aléjate ahora que puedes, antes de que tu mundo se vuelva tan gris y triste como el mío. Es tu última oportunidad, la última, ¿lo oyes? La cuenta atrás a comenzado;
Romeo, huye antes de que Julieta explote.

Atentamente,
Xidre.