jueves, 23 de septiembre de 2010

Adiós, Verano.

En un verano da tiempo a hacer muchas cosas. Da tiempo a curar viejas heridas, y a acostumbrarse a las cicatrices. A patinar sobre las situaciones incómodas, a enfrentarse a las difíciles, a esquivar las aburridas. A aceptar que la costumbre no es un sentimiento, que la novedad no siempre genera atracción…

También hay tiempo de sobra para construir una fortaleza inquebrantable en torno al corazón, con su foso, y sus cocodrilos. Lo hay para cerciorarse de que las cosas malas ya no te afectan y que puedes sonreír sin importar cuándo, cómo, por qué, dónde o a quién.

En un verano puedes, además, aprender a disfrutar de las pequeñas cosas como las intensas gotas de felicidad que son, a dibujar sonrisas en las caras de los demás, y a cortar la cadena que te mantenía unida al lastre del pesimismo. A ver más azul el cielo y menos negro el futuro; a descubrir las formas que las esencias de las nubes dejan entrever, a secar tus lágrimas al sol. A valorar la vida más que antes, a salvársela a unos cachorros y a dar nuevas oportunidades.

También puedes descubrir, sin lamentarlo, la diminuta puerta de atrás que olvidaste en tu cuidadosamente construida muralla, ya no tan inquebrantable, cuando cierta persona anda cerca. Aprenderás, además, que amigos son aquellos que están ahí para hacerte reír hasta que se te salten las lágrimas, sea un buen momento o no.

En definitiva, un verano no es más que un enorme conjunto de sol, tardes de risas, agua de piscina, amigos y colores. Es, y seguirá siendo, el encargado de llenar nuestros baúles de recuerdos con memorias inolvidables… Hoy, que declaro finalmente cerrado el verano, sólo puedo decir… ¡Otoño, allá vamos! :D


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[Xidre] ;)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Tu momento.

Por una vez en la historia, sintió que había llegado su momento. Dejó la pequeñez a un lado, abrió las alas, saboreó su valentía y notó su fuerza: estaba preparada. El maestro comenzó a señalar a los elegidos: aquella chica de allá, el chaval pelirrojo de su izquierda, el rubio larguirucho, la morena de la derecha…

Cuando se acercó a su posición, ella dio un paso adelante, segura de que el dedo del maestro apuntaría hacia su figura menuda y vibrante de emoción. Él ladeó la cabeza, sorprendido, sopesando las posibilidades de semejante elección. Luego, lentamente, meneó la cabeza negativamente.

- Aún no.

Con dolorosa humillación, ella plegó sus alas y se sintió disminuir. Decreció su fuerza, su valentía, su seguridad, y se entregó desesperadamente a la idea de que algún día llegaría el momento de volar y de ser libre. Aunque no fuese hoy.

Muy pequeña, y encogida sobre sí misma, entendió que las oportunidades llegan cuando uno menos se lo espera, y pasan de puntillas, sin grandes esplendores ni ostentosas revelaciones. También comprendió que su momento no vendría porque sí, que tenía que ganárselo, y concentrarse en crearlo y no sentarse a aguardarlo.

Uno es sus propias oportunidades, las que se concede a sí mismo; porque el que solo espera, desespera.

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Xidre.