martes, 23 de junio de 2009

... te quiero ...

Olvídalo, vamos, olvida lo que te he dicho. Ese momento no ha existido. Vamos, por favor… Haz como si mis labios no se hubieran abierto, o como si de ellos no hubiera salido sonido alguno. Venga, finge que no me has oído. Ni siquiera sé por qué lo he dicho, ni siquiera creo que yo misma sienta eso.

- Lo siento, yo…

No, no me pongas excusas, ¡eso no! Basta con que me digas “no he oído lo que has dicho”, sabes que no tendré el valor de repetírtelo ahora que centras en mí toda tu atención. Por favor… sabes que va a ser lo mejor para ambos.

- … no puedo.


- Sí, sí, lo sé, sólo bromeaba – suelto una risita nerviosamente. Mierda.

No, no me mires así. No voy a permitirte que me mires con pena. Soy una niñata estúpida, pero no puedo tolerar que alguien como tú sienta lástima de mí.

- En serio, era una broma… No te lo tomes a mal – insisto, intentando sonreír.

Y asientes. Oh, vamos, no te lo crees, no puedes hacerlo. No me digas que te lo estás tragando, porque desaparecerá la buena opinión que tenía de ti. No puedes ser tan ingenuo. Mírame, venga, mírame. ¿Te parece que estoy bromeando? ¿Crees que las lágrimas que acuden a mis ojos son de mentira? Ni siquiera yo soy tan buena actriz, y lo sabes. Pero no voy a llorar delante de ti, no soy tan patética.

Me giro, quiero alejarme de ti. Podías haber fingido que no me habías escuchado, y todo habría salido mejor. Ahora me siento fatal, ¿sabes? Y tampoco puedo echarte a ti la culpa, porque tú has hecho lo que tenías que hacer, simplemente has interpretado el rol que te toca. Ha sido esta maldita impulsividad, innecesaria y ridícula, la que me ha llevado a esta insostenible situación.

Y entonces, me retienes, me acercas a ti. ¿Qué haces? No quiero tus disculpas, ni tu lástima, ni tu consideración. Déjame, o me sentiré peor.

- Sabes – susurras, mientras una de tus manos acaricia mi mejilla -, si la situación hubiese sido otra, si las cosas no hubiesen estado así, me habría ido contigo al final del mundo. No habrías tenido la necesidad de morirte de vergüenza ante mí, de murmurar dos palabras rápidamente y de forma aturullada en mi oído y luego sentir el deseo de desaparecer, porque yo me habría acercado a ti mucho antes. Eres perfecta y lo has sido siempre. Pero sabes que debo decirte que no. Nuestros destinos no están ligados, y por eso no puedo…


- No quiero que te disculpes. Y no me digas cosas así porque me hacen más daño. Me da la sensación de que podría haber habido algo… Y no lo va a haber, así que no quiero tener esperanzas. Suéltame, ya da igual.

Pero lo veo en tus ojos. No, no da igual, tú también querrías que esto hubiese sido de otra forma, que hubiese habido un futuro para nosotros dos. Y eso me destroza. Lo sé, lo sé, no puedes. Pero tampoco tienes la valentía de intentarlo. Ahora, si lo pienso con cabeza, no me arrepiento de haber dicho lo que he dicho. Necesitaba ver en tus ojos lo que estoy viendo. Eso me ayuda. Y no me importa tener que repetirlo, aunque sean palabras que no nos van a llevar a ningún sitio.




Te quiero…





__________________



No sé por qué he escrito esto, ni mucho menos porqué lo publico: no es nada bueno. Y, sin embargo, mientras escribía el capítulo dos de una historia en la que estoy trabajando, ha surgido, así, sin tener nada que ver. No sé que más decir sobre esto... simplemente, prometer que pronto vendré con algo mejor.



.Xidre.