miércoles, 7 de mayo de 2008

Emma (El Sacrificio)

Holaaaa!!!!

Lo mío es serio, se me olvida actualizar esto tan a menudo... ¡Qué desastre de persona estoy hecha!
Pero bueno, hoy no he venido aquí a autocompadecerme o a disculparme. Traigo textos frescos (como carne fresca, XD).
Esto se me ha ocurrido hoy en el museo del Prado (me aburría, lo sé) y he aprovechado ahora que tenía un rato para escribirlo y colgarlo... Ya me diréis qué os parece, ¿ok?
Venga, pues allá va.
________________________________

Negras capuchas cubrían sus rostros, y se prolongaban en largas capas aterradoras. Todo estaba en penumbra, pero ello no me evitaba intentar escapar de sus manos blanquecinas extendidas hacia mí.

Me buscaban, me llamaban, me querían a mí... Pero algo me decía que era mejor no saber para qué.

Árboles altos y oscuros pasaban a ambos lados de mi cuerpo, casi rozándome, mientras corría por el bosque. Nunca había sido muy rápida, pero al saber que mi vida dependía de ello me esforcé como nunca lo había hecho.

De pronto, los árboles comenzaron a escasear, y finalmente se abrieron en un claro ante mí. ¿Un claro? No, qué equivocada estaba. Se trataba del fin del bosque… De un barranco que me cerraba el camino.

Me invadió entonces la desesperación, mientras jadeaba en busca de aire. Estaba acabada… Pronto llegaron hasta mí, aún con aquellas manos de un blanco enfermizo llamándome. Sus voces, coros de ultratumba, repetían sin cesar una sola palabra… Emma.

- ¿Qué queréis de mí? – chillé cuando vi cómo me rodeaban.

No recibí respuesta alguna, pero dos de los fantasmagóricos individuos se acercaron a mí lentamente… Su cercanía me asustó, y di un paso hacia atrás, sabiendo que el precipicio ya no quedaba lejos. Sus capas negras oscilaban alrededor de sus pies, haciendo que pareciera que levitaban en vez de andar.

- Eres el Sacrificio…
- Sí, nuestro Sacrificio…
- Debes morir…

Les miré, horrorizada. ¿Iban a matarme? ¿Por qué? Las rodillas comenzaron a temblarme, me sentía débil y vulnerable. Las dos negras figuras se alzaban ante mí en medio de aquel ambiente en el que no recordaba haber estado, amenazantes, y de pronto reparé en que conocía aquellas dos voces.

El más alto tiró de su capucha hacia atrás, dejando ver el rostro de un chico de diecisiete años, rubio y de ojos verde-azulados. A su lado, la otra persona me mostró dos gigantescos ojos castaños y una llamativa melena pelirroja que enmarcaba su rostro de niña.


- No… - sollocé. Aquello no podía estar ocurriendo… Eran mis mejores amigos, ¿qué daño querrían hacerme ellos?
- Es por tu bien… Vas a ir a un lugar mejor, Emma – suspiró la pelirroja.
- Liza… - supliqué.
- Anda, ven – dijo él, tirando de mí.

Ya todo me daba igual, y me dejé llevar. Me acercó a su cuerpo y, tras darme un beso en la frente, me colocó junto a la que había sido mi amiga, que me tomó la mano y colocó mi muñeca hacia arriba.

- Levanta la cabeza y muere con dignidad, pequeña… Los dignos llegarán al paraíso – recitó el rubio.
- No… - no era capaz de decir otra cosa, llorando, mientras se avecinaba el fin de mi vida.

Liza alzó el cuchillo de plata que empuñaba y cortó mis venas. La sangre comenzó a fluir…
***

Me desperté gritando, empapada en un sudor frío. Últimamente las pesadillas asolaban mis sueños con más frecuencia de la normal... Las pocas noches que conseguía dormir algo, despertaba chillando como una histérica después de un sueño aterrador. Y siempre el mismo, además…

Miré el reloj: las cinco. ¡Tan sólo había dormido dos horas! Suspiré y me arrebujé bajo las mantas, esperando encontrar la paz y el calor suficientes para un sueño reparador… Aunque sabía de sobra que no iba a conseguir dormirme de nuevo.

Las dos horas que faltaban para que tuviese que levantarme pasaron despacio, con fría tranquilidad. Y yo, desesperada, intenté todas las formas que conocía para conciliar el sueño, incluido contar ovejas, cosa que siempre había considerado estúpida…

Finalmente, a las siete en punto el agudo sonido del despertador se hizo hueco entre las mantas y la almohada que me cubría la cabeza para llegar a mis oídos. De mal humor, como todas las mañanas desde hacía casi seis meses, lo apagué y me puse en marcha.

Me dejé arrastrar por la rutina, moviéndome por inercia. A las ocho menos cuarto ya estaba preparada y, tras coger la mochila llena de libros, abrí la puerta de salida y abandoné mi cómoda y cálida casa para enfrentarme al frío polar que hacía fuera.

El instituto no estaba lejos, a un par de calles, pero me dio tiempo a quedarme en estado de semicongelación. Pasé la verja de la entrada frotándome casi con desesperación las manos para hacerlas entrar en calor, pero sirvió de poco.

Una chica pelirroja, algo más baja que yo y con una sonrisa gigantesca me esperaba apoyada en el muro del edificio que era nuestra prisión, fumando.
- Deberías dejar el vicio, Liz. Luego hueles a tabaco durante horas – le reprendí.
- Vale, mamá – me respondió en tono burlón.

Sonreí. Cada mañana ocurría lo mismo: acudía al colegio con cierta tensión interior, preocupada por mi sueño, y vigilaba la forma de actuar de mis amigos. Siempre me sonreían, gastaban bromas, hablaban sin parar, y me convencía a mí misma de que podía respirar tranquila.

Miré a mi alrededor, buscando a mi querido amigo rubio, Kevin, y al final le vi aparecer por la derecha. Llevaba su deslumbrante sonrisa pintada en la cara, y cuando llegó hasta nosotras se ensanchó aún más.

- ¿Qué tal, mis niñas?
- Tus niñas, no sé. Nosotras, bien – replicó Liz.

De nuevo sonreí ante su tonillo burlón, y Kevin me miró, sorprendido.

- Se te ve radiante, Em. ¡Hasta feliz! ¿Te encuentras bien?

Le saqué la lengua, divertida y feliz al mismo tiempo. No había de qué preocuparse.
_______________________________

Bueno, es larguillo... Pero no muere nadie, XD. ¡Lo prometido es deuda! XDDD
Espero que os guste.
¡¡Besos!!

...............-¨{Xid}¨-.................