jueves, 26 de noviembre de 2009

Espinita a espinita, paso a paso, quizás, no lo sé.

Frío. Tengo frío, estoy helada y, sin embargo, no soy capaz de levantarme a por una manta. Mi cuerpo yace sobre la cama, pero no siento, como otras veces, el suave roce de las sábanas en mi piel. Mis ojos están fijos en el techo, llorosos por todo el rato que llevo sin pestañear, pero no soy consciente de ello. Los minutos pasan, dañinos, clavándose como agujas en mi corazón marchito, y en mi boca un ocre sabor a nada me alimenta.

No puedo moverme, no quiero. El nudo áspero que atenaza mi garganta parece tener una nueva amiga, una losa grande y dura que pesa sobre mi pecho, haciendo que respirar se me haga aún más difícil.

Estoy enferma. ¿De qué? No lo sé. Puede que de ti, puede que de la vida en general. No sé, no me importa, ya no. Ya nada es lo mismo. Antes… Antes era tu luz lo que me guiaba hacia el final del túnel, ahora todo es oscuro, y la oscuridad es un depredador que me ha escogido como presa.


Nadie puede salvarme ahora.

Cierro los ojos y siento las lágrimas correr por mis mejillas, a raudales, imparables. Los sollozos, que deberían convulsionar mi cuerpo, son silenciosos, pausados, porque ni siquiera tengo energías para más. Mis padres están preocupados, intentan que me mueva, que coma. Sé que mi madre incluso viene de vez en cuando a comprobar que sigo respirando. Y lo hago, de momento.

Aunque cada vez es más difícil, mamá.

Y tú, mientras yo me muero de pena, ¿qué? Sé que caminas por ahí, tan feliz. Probablemente sigues soñando con ella, y ni siquiera te acuerdas de mi nombre. Pensar en ti me hace daño, mucho, pero me regocijo en mi dolor, porque lo merezco. ¡Ah, qué tonta, niña ilusa, te dejaste llevar y te equivocaste!

Tú sólo fuiste un error, pero el peor de todos.

Mi corazón sólo late, marchito, porque el mundo quiere que siga latiendo. La verdad es que ya no tiene ningún motivo para hacerlo. Lleno de agujas que son miles de horas muertas, de pequeñas magulladuras fruto de las heridas que otra gente me causó, y atravesado de parte a parte por una estaca que lleva tu nombre grabado, sabe que no le queda mucho tiempo. Pero late, el pobre mártir agonizante, late aún. Aún me queda un soplo de vida.

No me marcharé tan pacíficamente, aunque parte de mí lo desee.

¿Y si supieses lo que siento? Alguna vez me lo he preguntado. Sólo tu luz puede darme la energía suficiente para salir de mi agujero, y no dejo de pensar que quizá si lo supieses no dudarías en ofrecérmela. O quizás no. Pero no aspiro a tanto, ¡oh, no, ya no!

De momento, iré sacando las agujas de mi corazón una a una, con lentitud.

Siempre me quedarán las cicatrices, tú lo sabes. El fuego seguirá ardiendo, devastador, en mi interior, aunque corra un tupido velo entre él y mi mente. Pero dame tiempo, dame tiempo y conseguiré esconderlo bien, para que le cueste resurgir y regresar.

Mientras tanto, solo yazco, tumbada en la cama, llorando en silencio, curando con la sal de mis lágrimas le herida de mi corazón. Quizá algún día pueda volver a levantarme… O quizá no.


Espinita a espinita, paso a paso, tal vez lo consiga, no lo sé.

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Vuelta a la melancolía, amigos míos.

..Xidre..