sábado, 23 de enero de 2010

Deliciosa sangre.

Cae la noche, todavía no se ha inventado un antídoto contra su influjo, y me despierto. La oscuridad me acoge con lo más parecido a una caricia maternal que he conocido nunca, vacía de cariño, pero madre, al fin y al cabo.

La luz de tus ojos se enciende y se apaga cuando parpadeas. Caminas rápido, inseguro, temeroso. Esa sensación de estar siendo perseguido se adhiere inevitablemente a tu piel, a tu mente, y te hace jadear. La adrenalina producida por el miedo recorre, tóxica, por tus venas, provocando esa deliciosa aceleración de tu corazón bombeante.

Me relamo, imaginando el sabor del turbio líquido rojo que me da la vida y la muerte cada noche. Me invade una excitación impropia, sedienta de sangre, sádica, peligrosa, letal y oscuramente placentera. El fin se acerca, el telón se mantendrá tan solo unos minutos en ese equilibrio precario.

Tus pasos resuenan contra el asfalto, pero yo misma juraría que flotas sobre él. Siempre te gustaron las películas de miedo, pero no es lo mismo sentir como el terror atenaza la propia garganta. Mientras tanto, saboreo las mieles de la anticipación mientras te espero en el callejón. Te anhelo, te deseo, con una intensidad casi dolorosa.

Llega el momento, y me abalanzo sobre ti: lo ves todo negro. No sabes como reaccionar, te debates, débil, te retuerces. Ya nadie puede salvarte. Mis colmillos se clavan en tu cuello y gritas, pero nadie podrá oírte, porque con tu sangre me bebo cada uno de tus sonidos. Sólo resiste el latido de tu corazón, fuerte y acelerado, empujando la sangre fresca por tus venas hasta mi boca, agonizando, llorando en sus últimos instantes de vida.

Callas mientras ves el telón de tu escenario bajar con lentitud. Todo pierde su color y su brillo, y lo último que contemplas son mis ojos enrojecidos y el deseo febril que se dibuja en ellos. Absorbo tus últimas gotas de vida, oigo la cadencia de última expiración y te siento morir entre mis brazos. La muerte es mi vida, me alimenta cada vez que la oscuridad se adueña del cielo, así que no esperes que derrame una sola lágrima por ti.

Fuiste otra presa, nada más… Aunque prometo un gesto benevolente por mi parte: mañana enviaré a otro de los tuyos al mundo de los muertos, para que te haga compañía, a ti y a tantos otros.

Busco en tus bolsillos tu cartera, tu documento de identidad, para que no te reconozcan. Quizá es un poco cruel por mi parte, pero disfruto imaginando la frustración de la policía cuando encuentra esos cadáveres desangrados sin ningún motivo o arma letal aparente, destinados a quedarse sin identificar y convertirse en más Johns y Janes Doe de los que pueblan las fosas comunes. Es increíble lo poderosa que me siento al saber que soy capaz de causar tanto dolor y tantos quebraderos de cabeza. Y el poder sabe tan bien como la vida.

Camino con pasos lentos, con seguridad, poseedora de un secreto que jamás será revelado o compartido: el de la vida eterna. Poco queda de quien fuiste o creíste ser, y solo unas pequeñas gotas de tu sangre en la comisura de mis labios me recuerdan que exististe.

------------------------------------

Uuh, vuelvo a mis inicios oscuros... xD
A la mierda el amor y las ñoñeces de mis ultimos relatos, estoy harta de pasarlo mal.
Espero que no os disguste demasiado ;)

..Xidre..

2 comentarios:

Marcodefotos dijo...

veeees como puedeees! este no es triste (creo)! xD
genial! como los otros! ;)

Xidre dijo...

No, no es triste, aunque es un tanto.. sádico, xD
Graaacias, Marcos =D